Soledad

viernes


Los días de primavera han traído consigo el cambio natural en los árboles que rodean la casa; algunos cambian su follaje y se llenan de flores, mientras otros han dejado sus ramas al descubierto,  delgadas, de color café oscuro… pareciera que han  quedado abandonados y que ahora la soledad es quien los abraza.

Creo que todos nos hemos sentido así alguna vez, mientras caminamos por la calle, mientras conversamos con alguien y de repente solo vemos el movimiento de su boca, sin lograr distinguir lo que está diciendo, o recostados sobre nuestra cama pensamos y sentimos que es ella quien llega y nos hace compañía, a quien le podemos contar nuestros temores y dudas sin que nos recrimine que hemos hecho mal. Así, abrazados a ella, desahogándonos y llevando una especie de catarsis  es como analizamos cada una de las decisiones tomadas,  valoramos todo aquello que tenemos y logramos tomar de nuevo el camino.

Hace algunos días así veía algunos árboles fuera, solitarios, arrullados por el suave viento que les mecía con ternura, como si les susurrara algo.  Hoy, han cambiado, su catarsis ha terminado y han dejado de llorar, quizá esas lágrimas son las que les han renovado por dentro y han decidido seguir adelante, han nutrido de nuevo esas ramas y han surgido nuevas hojas y nuevas flores.
 Lo que me ha dejado con la idea de que la soledad es una amiga, que nos ayuda y que debemos aprender a estar con ella, porque en ocasiones no viene sola, la soledad es acompañada de lágrimas; mismas que  se unen al abrazo y nos acarician el rostro, en señal de apoyo.

Y así, de vez en cuando, muy de vez en cuando yo también, en señal de agradecimiento, le he dado un beso a la soledad.